A
medida que Londres se fue expandiendo, fue
necesaria la construcción de varios puentes que unieran las dos orillas del
Támesis.
El
primer puente que se construyó fue el Puente de Londres (London Bridge), al que
siguieron otros muchos que se situaron al oeste del mismo para no entorpecer la
zona del puerto.
Durante
el siglo XIX se produjo un gran crecimiento en la zona este del London Bridge y
se hizo necesaria la construcción de un nuevo paso. Para no afectar al creciente tráfico
fluvial, se tomó la decisión de crear un puente levadizo accionado por máquinas de vapor, que
se vería finalizado en 1894, después de 8
años de construción.
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